REVERSA
Y
el tiempo se detuvo…
La
pequeña niña de cabellos negros rio extasiada, abriendo sus brazos de par en
par. No había nada más hermoso que eso. No existía nada más impresionante que
esa creación; que su creación.
El
fin había llegado, manchando los colores de la vida, rompiendo las hojas de los
árboles. El mundo había cambiado, eso era obvio. La risa de la niña invadió
todos los rincones, logrando que la tierra se partiera en dos.
¿Qué
más glamuroso que ver la tierra podrirse?
Las
personas cayeron, lloriqueando como viles ratas, arrastrándose por el suelo
manchado en rojo. Todos la veían, pero no entendía su belleza.
El
reloj seguía sin moverse. Parecía que estaría así una eternidad. Entonces, esa
chiquilla comenzó a bailar, juntando sobre si la sangre impura de los
espectadores, desangrando a cada animal residente de ese vacío mundo.
Nada
tenía sentido, pero a la vez todo lo tenía.
Todo
era como un sueño, pero claramente no lo era.
La
pequeña bailó y bailó, dando vueltas sobre su mismo eje, riendo sin parar,
creando más dolor. El olor a muerte la excitaba, el sonido de los huesos
rompiéndose la hacían desear más. ¿Dónde más podría encontrar esta belleza
distorsionada?
Los
espectadores alzaron sus manos, mientras veían como su mundo se tornaba en
sombras. Sus esperanzas estaban perdidas, aunque veían con desesperación la
pequeña luz que poco a poco comenzaba a desaparecer. Ella era todo, ella era
nada.
El
fin del mundo se llevó a cabo, comenzando solo con una pequeña sonrisa que
salió de ese rostro suciamente angelical. Los insectos salieron de sus
escondites, arremolinándose cerca de ese ser alado. Ellos eran sus seguidores,
ellos la protegían. Las arañas tejieron telarañas, haciendo presas a los espectadores,
mientras las polillas llegaban a comer esa podrida carne.
El
miedo era la mejor comida que cualquier animal puede tener. El miedo hace más
fuerte a la muerte. Sin miedo no se puede ser feliz, sin miedo no se puede
vivir una vida. Ellos la tenían, y ella lo deseaba.
El
reloj que pendía de una telaraña comenzó a moverse, atravesando el corazón de
aquellos considerados puros. Los gusanos atravesaron sus pechos, al tiempo que
los cuervos llegaban a comerse sus brillantes pero ciegos ojos.
La
niña se detuvo, mirando detenidamente su gloriosa creación. La oscuridad lo era
todo. Sin oscuridad no hay luz y sin luz no hay oscuridad. La maldad coexiste
con la bondad, la maldad alimenta a los débiles, la maldad crea la esperanza.
Su sonrisa
desapareció, deteniendo la destrucción. Sus pasos retumbaron como duros ecos en
el viento. Los espectadores gemían, moviéndose como gusanos dentro de una frágil
pupa, pero claramente nunca tendrían alas.
La
inocente criatura de cabellos negros se detuvo frente al reloj de oro y con su
gentil mano, lo tomó. 6:35, la hora de la verdad. La hora del regreso.
Solo
un minuto pasó, cuando los insectos comenzaron a cambiar. Primero les salieron
manos, luego piernas hasta que se crearon los nuevos habitantes de ese
deplorable mundo. Los espectadores, envueltos ahora completamente en esa fuerte
tela, comenzaron a perder su piel, desollándose lentamente. Perdieron su razón
y sus incomprensibles sentimientos. Perdieron su alma, su cuerpo. Esos seres
que conocían la verdad pero que nunca la aceptaron, esos seres que herían a
otros, ahora eran insectos negros que vivirían escondidos para siempre.
La
chiquilla rompió el reloj, no sin antes mostrar una delicada sonrisa malévola,
haciendo que el tiempo comenzara desde cero.
Los
escombros se levantaron, acomodándose como si fueran piezas de un rompecabezas.
Los colores volvieron a la vida y los árboles florecieron de nuevo.
El
fin que había iniciado con una solo sonrisa, había cesado con el comienzo de
esa misma sonrisa.
Ella
era la nada, ella era todo.
“El
balance regresa a cero, el infinito nunca descansa. La verdad pronto será una
mentira, una falsedad ante sus ojos. ¿Qué más hay si se hace un cambio de vez
en cuando? Humanos siendo insectos, insectos siendo humanos. Todo es lo mismo,
pero si logras poner atención, podrás ver tu verdadero ser en el reflejo del
cristal.”